Este fin de semana se han mezclado nervios y lluvia. Hay muchas clases, no me gustan, pero nos hacen sentir vivos. Un par de semanas nervioso, cambiando los horarios y las actividades habituales. Pasando horas sentado en la sillla como hacía tiempo que no hacía, estudiando conceptos que no me motivaban. Porque una cosa es estudiar pensando en su aplicación posterior en tu trabajo y otra leyes y conceptos más abstractos. Me volvieron a salir los granos de cuando era estudiante y me subía por las paredes por hacer cosas pero la ansiedad de dedicar todo el tiempo posible a lo importante me limitaba. Y por fin llegó el día.
Antes de una carrera das vueltas en la cama. La planificas, piensas el recorrido. Antes de un examen también, repasas conceptos y das la luz para afianzar los número cuando dudas al repetirlos en la cabeza. En ambos visitas más el baño de lo que es costumbre y tienes ganas de que empiece enseguida para acabarlo cuanto antes, o no.
El examen, contento. No lo hubiera realizado mejor aún teniendo los apuntes sobre la mesa. Preguntaron lo que no esperaba, incluso una ley aprobada hace apenas un mes. Y lo preguntaron como no lo esperaba. Nadie está contento, yo sí. Estudié como creía que debía hacerlo e hice el examen lo mejor que pude. Tengo la conciencia tranquila. Mucha gente abandonó a los 10'. No creo que sea un examen honesto ni que no haya habido filtraciones. Es más, la forma de evaluarnos no me parece justa, pero si ha habido ética y todo el mundo se ha enfrentado al examen en igualdad, no creo que lo haya hecho tan mal, no será de diez, pero sí de más de 5, y con aprobarlo podré incluir los méritos que serán el 60% de la puntuación total.
Después del examen, paz. Los demás, desasosiego, decepción , frustración.
Rumbo a Donosti. La buena temperatura parece desmentir todas las predicciones de lluvia para el día siguiente. Recogida de dorsales en el Kursaal. Feria y bolsa del corredor escueta, mucho francés y catalán. Muchas quejas, igual que en el foro de la propia carrera, pero nadie se pierde esta carrera. La gente no sabe lo que tiene, ni lo que quiere. A mi me encanta.
Este año me toca ir de pie en el tren. En apenas 4 metros cuadrados me encuentro a Manolo, que ha venido de Gran Canaria ex profeso para participar, y a Javier, asentado en BCN tras su periplo en la India. Si fuera el revisor del tren no sé cuántos más conocidos encontraría.
Toca entregar la bolsa en el guardarropa una hora antes de tomar la salida. Una bolsa de basura me protege de la incipiente lluvia. Tomo un café. Caliento. Estiro. Hago movilidad. Me acerco a mi cajón de salida y la música a todo volumen ya me hace vibrar. Dos grandes pantallas muestran a los patinadores tomar la salida. Entrevistan a populares, a saharahuis pidiendo apoyo para su causa. Me pongo una pegatina de SOS Sahara, pero dura poco, lamentablemente no veo entrar ninguna en meta.
Cuando queda poco más de media hora entro en el cajón de mi grupo. Con otros cuantos, me pongo a dar vueltas en círculo alrededor de la mediana. Poco a poco la vuelta es cada vez más corta y me quedo ya quieto cerca de la línea de salida, guardando el puesto. Suena Héroes del Silencio, la gente la canta. Nadie está quieto, revisan pulsómetros, cordones, medias. Empiezan a volar camisetas y chubasqueros por encima de las cabezas. Ahora atrona We'll rock you. Salen los pros y parte de los dorsales verdes. Los demás empezamos a caminar hacia la línea de salida donde está la alfombra que lee el chip. Me veo en la pantalla grande. Empiezan a contar hacia atrás. Toca en euskera. Lau, iru, bi, bat... aprieto start.
Salimos desbocados. Bolardos de plástico y mediana en mitad de la carretera. No estaban ahí hace dos años. La carretera es más estrecha que antes y no se puede ir por la acera. Cuatrocientos metros hasta que se puede ir medianamente agusto. Ha empezado a llover tímidamente. Pero la gente, la clave de esta carrera está ahí, tan fija como las cuestas a las que nos vamos a enfrentar.
Hoy cambio la forma de competir. Pruebo a correr por ritmos. Intento mantenerlos. Voy cómodo. Realmente van coincidiendo con los pulsos que antes me guiaban. Me acuerdo de la carrera y voy colocándome según sean las curvas. Voy contento. Jesús está conmigo. Coronando el kilómetro cuatro lo adelanto. Un hombre de casi cincuenta años. Con barba y corona de espinas. Va vestido con una corta tela blanca a modo de taparrabos y una pulsera en el tobillo sostiene el chip. Va sin camiseta. Y descalzo. Se lleva los ánimos de todo el mundo.
Mucho triatleta. Disimulado o evidente. Y se empieza a ver gente del mundo de los trails. Parece mentira, pero voy concentrado en la carrera y fijándome en la gente que me acompaña. Ellos van con zancada elegante, sé que yo no, pero vamos al mismo ritmo. Cada vez empieza a llover más. Pero las cuestas siguen. Y la gente también. Con paraguas siguen animando. Aurrera, Oso ondo, gora, aupa. Si eres neska te animan más. Tengo sensación de ir rápido, pero sólo adelanto, apenas, en las cuestas. Tengo miedo de pasarme y quedarme. El pulso no se dispara, tengo sensación de poder dar más pero desconozco cuánto, así que me quedo conservador y empiezo a pensar en el tiempo final.
No sé por qué, pero pensaba que en
la última Behobia hace dos años mi marca era de 1h21'40". Esa era la marca a batir. Para ello debía llevar un ritmo de 4'/km, conseguido el año pasado, en carreras llanas, y secas.
Paso por el quinto kilómetro en 19'48". Justo y quedan las dos peores subidas. Por el ecuador de la prueba el crono marca 43'25". Quizás en las bajadas logre rascar algunos segundos si además consigo mantener el ritmo. Os invito a leer la crónica del 2008, porque con lluvia y adelantando gente, esta es un calco de la anterior. No cojo agua, pero no dejo de chocar manos si no me tengo que desviar del camino. Sólo miro hacia delante. Aprieto y los ritmos por kilómetro van bajando tímidamente.
Buena señal si no suben las cifras, lo bonito de esto es que no hay nada seguro y que cada logro hay que lucharlo, y continuo apretando los dientes. Decido conservar hasta la última bajada y darlo todo en los últimos dos kilómetros. Batir la marca anterior está ahí.
Llego al puerto de Pasajes en casi una hora. Quedan poco más de cinco kilómetros, voy fresco y empiezo a pasar más gente de lo habitual a pesar de que todos tienen buena planta. Tengo libertad al final y decido apretar. Sale bien. En llano alcanzo ritmos de serie. Curva a la izquierda. empieza ese kilómetro y pico de cuesta interminable y la gente no deja de animar. Alguno incluso me anima por mi nombre. Aprieto más los dientes y sólo me fijo en los cinco metros por delante, buscando el hueco por donde meterme. Creo que cada vez llueve más. Acabo de pisar un charco y la zapa derecha hace aguas. Pero sólo pienso en correr. cada vez más deprisa. Estoy aguantando.
Décimoquinto kilómetro en 1h3'9". Puedo bajar de 1h20'. Tengo que mantener el ritmo. Arzak marca la bajada. Se ve el mar. Voy a tope. Sé que puedo ir más rápido pero no sé ir más rápido. Hoy el percherón ha decidido ir a trote rápido. Cada vez es más difícil adelantar gente, se forma un pequeño grupito y me uno a ellos. Quizás un día
Ale Martínez dedique una entrada a la mecáncia de fluidos referido a los atletas que adelantan en carreras multitudinarias. Es curioso cómo avanzamos. Cada vez hay más densidad de atletas y la pista parece más estrecha. Último kilómetro. Varios arcos hinchables y en el último un reloj.
Sé que Ainhoa debía andar por aquí. Pero no la veo. Tampoco me fijo mucho porque sólo tengo una meta, la meta, cuánto antes mejor. Esprinto aún más, puedo. Me sale a 3'33" el último kilómetro para rebajar unos segundos la hora diecinueve.
Estoy muy contento. Paro el crono. Entrego el chip. Cojo un poco de fruta y voy corriendo al lugar donde he quedado con A. La espero 40'. No me ha visto pasar. No hay foto. Esperando me doy cuenta de que llueve de verdad, y hace fresco. No lo había sentido corriendo.
Me echo una carrera hasta el hotel. Un detalle que dejen usar la habitación para ducharse a los corredores. Coincido al subir en el ascensor con uno. Contamos las batallitas que dan de sí siete pisos. Al bajar en el ascensor coincido con otro triatleta.
Al final ha quedado una crónica muy larga, pero ha sido una semana y una carrera muy intensa. A ver qué tal salió el examen. Ah, y la marca a batir no era 1h21', sino 1h23'07"...
El salmantino Rafael Iglesias batió a Chema Martínez, pero lamentablemente
otro compañero y su familia no han acabado igual de bien. A 300mts de meta ha fallecido. Un abrazo a los suyos.