Reconozco que en esto hay lectores más expertos que el que humildemente aquí escribe. Empecé hace dos años en este arte, y hasta este viaje, como siempre tanto por fuera como por dentro, apenas si había dado cuenta de un par de pares de ellas enteras antes. Sobra decir que es el único alcohol que ingiero, pues no gusto de otros licores ni bebidas espirituosas y nunca he pretendido alcanzar ese punto que hace que otros se arrastren.
Imagen sempiterna en las licorerías de todo el país y grandes anuncios de la capital. Hasta hace poco lucía en la camiseta del Boca. Su estadio, la Bombonera está en el popular (en todos los sentidos de la palabra) barrio del mismo nombre, donde, en las casas de mala reputación, los hombres que esperaban inventaron el tango. De eso ahora queda el caminito, apenas una manzana de casas de colores que ha quedado para modelo de los turistas que apenas se atreven a cruzar al resto de las calles. Se ven infinitas más camisetas del Boca que de su rival River Plate, la proporción FCB/R.Madrid es 10:1, alguna de la Campeona de Europa también se ve por allí.
En la ciudad más austral del mundo, eso dicen los argentinos, pues la chilena Port Williams se encuentra al otro lado del estrecho, más al Sur, se elabora esta otra cerveza. Del mismo nombre que el barco que gobernó un joven Fitz-Roy en su primer viaje descubriendo el canal homónimo. En el segundo viaje se embarcaría un científico, que subido al cerro de Santa Lucía, en la capital chilena, diría que las vistas desde aquel lugar eran maravillosas. Yo no estaba allí, pero así lo asegura una placa que corona la roca.
De carácter más artesanal que la anterior, con quien se disputa el título de cerveza más austral del mundo. Creo que no es apta para todos los paladares, aunque sí circular por la carretera hasta que se acaba el continente, y continuar el viaje en barco por el canal Beagle, observando el faro de Les Éclaireurs y los leones marinos que por allí se pelean por un puesto para mejor ver pasar a los barcos de turistas.
Y otra que también lleva el título de Patagónica, aunque elaborada más al norte que las anteriores. Otra rica cerveza más, como Argentina, como Chile. Países habitados por gente como los de este lado del océano, que incluso nos ayudaron cuando por aquí las cosas andaban mal. Y no hace tanto, ya llevábamos nosotros algún que otro paso dado por este mundo cuando allí mandaban los militares. Parece difícil de creer, parece más propio de países llamados del Tercer Mundo, pero en estas ciudades de aire europeo y gente ilustrada esto sucedió. Parece mentira, como otras tantas cosas que sucederían después.
Y resulta que la Patagonia tiene dos lados, el argentino y el chileno, y al otro lado también se jactan de elaborar la cerveza más austral, pero no me engañan, pues su elaboración es más septentrional que las otras. Cuentan que Magallanes, asombrado de la altura de los nativos que encontró en aquella tierra los denominó patagones, gigantes, como el Patagón de la novela Primaleón, libro de caballerías que vio su primera luz en la misma ciudad que quien firma estas letras. Ellos se llamaban a sí mismos tehuelches (gente bravía).
Para que no nos tilden de elitistas, he aquí una normal. Aunque de importación. He de reconocer, que después de la ahumada de dificil gusto, fue la que menos me gustó con diferencia. A. ya la había probado en su lugar de origen, allí la alternativa era beber alcohol puro, que en las fiestas los lugareños llevaban colgados en pequeñas petacas en el costado del cinturón. Pero como todo por estas tierras lo saboreamos con calma, dejando al tiempo hacer.
Así que para quitarnos el gusto, y la sed, otra artesanal. Realmente no sé cuál es la que me gusta más, pero sí la que no me gusta. Y he de pedir perdón por no pedir una Cristal, o una Brahma, pero nuestros derroteros por las calles santiaguinas no nos llevaron a ellas. Incluso una vieja amiga de mi mejor amiga nos invitó a su mesa, y para agasajarnos no encontró nada mejor que una Heineken... que reconozco que me supo realmente rica. En Queenstown nos topamos con San Miguel, pero he de reconocer que en estas tierras no la conocen, aunque si Pucón. Basta decir triatlón para que citen Pucón. Habrá que volver para conocer el 70.3 más bello y probar las cervezas que quedaron, y las cosas que se escondieron y las que apenas rozamos, como las ruinas de las reducciones jesuíticas, la provincia de Salta, el desierto de Atacama o la isla de Pascua...
El mundo tan grande y nosotros tan pequeñitos... como burbujas que quieren volar.
Y a pesar de todo aún escribíamos sin líneas torcidas, y dejábamos nuestra firma en una pizarra que echaba en falta algo español, lástima de no tener color rojo o verde para haber dejado un par de banderas, así que dejamos otro símbolo en su lugar, aunque reconozco que no me gusta por su carácter de marca registrada. Pero seguro que, algún día después, alguien lo reconocería. Así que de todos modos dejé mi guiño en la Mesita Grande, pizzería donde los trekkers que acuden en masa a las torres del Paine rinden el homenaje, anterior o posterior, a su hazaña
Y que todos sepan, que a las botellas de agua no les he hecho foto. Y que muchas cosas se dijeron con la espuma en los labios, de algunas no me acuerdo y otras me las callo. Y si no quieren callar con un argentino háblenle de fútbol, de cualquier liga, que él la seguirá mejor que usted. Que hasta los goles de Messi salen en el telediario, y si no saben siempre nos quedará hablar de la lesión de Nadal.
Y no se apuren. La fiesta no ha acabado.