Llegamos con tiempo y da tiempo a cumplir el ritual con calma. Revisar las bolsas, colocar el alimento, hinchar las ruedas, memorizar dónde está cada cosa, saludar a las conocidos y a los desconocidos con los que se cruza la vista. Vestirse con el neopreno, con calma. Da tiempo a hacer unas brazadas en el mar para que ajuste mejor. Amanece un día sin viento, cielo precioso y gran ambiente.
En la arena todos con la mirada perdida, cara seria. Alguno intenta chistes fáciles. Todavía hay quien a última hora pregunta por el circuito. Unos quieren colocarse delante y otros detrás, unos quieren ir derechos a la boya de giro y otros prefieren rodear para evitar los golpes. Aunque esté cerca, se oye de fondo al público. Mucho más ambiente que la última vez, pero siempre será como la primera.
Toda la solidaridad entre la hermandad de triatletas en los días previos, los saludos en el aeropuerto, en boxes, por la calle, los comentarios con la gente que te cruzas en la bici o la maratón, los ofrecimientos de ayuda y los ánimos que nos intercambiamos, antes y después desaparecen durante la natación. Ahí sólo hay instinto, seguir la espuma buena, confiar en que nosotros mejor que nadie sabemos dónde está la boya del próximo giro. Golpes, unos dados y otros recibidos. Muchos. Me quitan las gafas dos veces. Pero voy contento, deslizando, a pesar del poco tiempo invertido este año en la piscina sólo pierdo cuatro minutos respecto a otras ocasiones.
Este año la transición es en la misma arena de la playa. Con calma y orden me preparo para la bici. Me dejo dar crema. Doy las gracias y salgo corriendo escaleras arriba a por la bici.
Este año tengo planificado el ritmo de bici y de alimentación. Así, aunque al principio pudiera marcar territorio me dejo adelantar. Yo a lo mío.
En La Santa aprovecho para eliminar peso y parece que con la orina se van mis energías, porque hasta el kilómetro 75 no encuentro ritmo de carrera. No voy como quisiera, sin más. De repente la carretera se empina y como si pasara del motor eléctrico al de mis piernas empiezo a aumentar cadencia y watios sin sufrir con ello.
Y desde ese punto ya no dejaría de disfrutar como nunca encima de la bici. Voy contento, que adelante a gente es secundario pero es un extra de motivación. Nunca falta alguien que desde el Mirador, al contemplar Graciosa alabe la belleza del paisaje. Tres de tres. Empieza la bajada y no me amilano. El viento respeta el aro ancho y desciendo fácil y rápido.
No me levanto del acople. Estoy estrenando el aerodrink y la carga energética está saliendo según lo previsto. El IM empieza en Arrieta, y es verdad, porque en esa recta empiezo a pasar gente, incluso grupitos de drafteros. Cambia el aire y no me afecta, nadie me coge. Segundo paso por Teguise y sigue la alegría.
Tengo un incidente. Me recupero pero he pinchado. Torpeza al hinchar la rueda delantera y tengo que esperar a los mecánicos. La rueda delantera está a tope de presión y yo de energía. Sigo moviendo los watios que tenía previstos e incluso a más cadencia que entrenando. Estoy fresco.
Antes de entrar a una rotonda adelanto gente y a mitad se cruza una furgoneta que para un policía. Le está recriminando que que no haya prestado atención cuando de repente vuelve a arrancar y paso a escaso medio metro. Sólo acierto a dejar media cubierta en el asfalto, insultarla y salir como puedo de la rotonda sin mayor percance.
Otra rotonda y otro problema. El tráfico está cortado y los coches hacen cola. Una pick-up está dentro de la rotonda y para adelantarla paso por una alcantarilla mal asfaltada. El bidón donde llevo los repuestos casi va a parar debajo del autobús. Retrocedo y lo recupero. Después de la bici que llevo poco me importa perder 40" más.
El final de la bici en LZ es una carretera de 3mts de ancha, regular asfaltada, llena de curvas cerradas. La bici se me va, no sigo a la gente. Me fijo a ver si algo suena y la rueda de atrás está cruzada rozando la vaina. Nueva parada, abrir cierre y colocar rueda. Sigo contento.
Entro en boxes descalzo, corriendo adelanto gente que va andando, saludo a A. que me mira asustada. Entro en la carpa, hablo con un francés al que pasé
trés fort poco antes del incidente y que se alegra de que no sea nada. Salgo a la carrera a pie y busco a A. para tranquilizarla.
Primera vuelta, de 18km. Primera hora tranquilo. Como. Bebo. Disfruto del paisaje. Ahora se va por un carril bici desde el Hotel los Jameos hasta playa Honda, pasando por el aeropuerto y siempre al borde del mar. Bien de piernas.
Cojo la pulsera amarilla, la zona de meta bulle de gente. Saludo a la gente que conozco y me saluda más gente que en ese momento no sé quién es. Por mi aspecto doy un poquito extra de pena, sobre todo a la gente madura, porque las chicas de los avituallamientos ponen un poco cara de asco.
Primera vuelta corta, voy y vengo bien. Veo los ritmos en el garmin y no va mal, si seguimos así en la última media vuelta pego el arreón. Contento. Como, me hidrato y me refresco.
Empiezo la segunda y última vuelta corta, ya voy justito. El estómago sigue admitiendo comida pero ya no asimilo. Bajón. Estaba corriendo como nunca pero peté como siempre. En el kilómetro 28 empiezo a caminar. Varias veces intento correr, pero ahora me duele todo. Al contrario que otras veces puedo seguir comiendo.
Cuando queda un kilómetro a meta vuelvo a correr aunque estoy reventado. Lo malo es que no queda un kilómetro, quedan dos. El paseo está lleno de gente así que no me voy a poner a andar ahora. Desaparece el dolor. Las piernas corren. Choco manos. La gente me llama por mi nombre.
Cruzo la meta. Todavía no he mirado el crono. Estrecho la mano de Kenneth. Explico el incidente. Busco a Ainhoa. No la dejan pasar y quedamos en unos minutos.
En la playa no firmaba este tiempo aunque mi estadística con diez muestras mostrara que era muy difícil lograrlo. Me aposté media PTi300 a que lo conseguiría y perdí. Tuve un bajón en bici me recuperé y me crecí. Pero estoy contento, muy contento. He disfrutado nadando a pesar de ir muy corto de entrenos, he rodado como hacía mucho tiempo que no lo hacía y he corrido hasta que el cuerpo, no las piernas, ni las tripas ni la cabeza, ha dicho basta.
Doce horas veintiocho minutos cuarenta y dos segundos. Me da igual la cifra. He conseguido lo que venía a buscar. Y no me importa que este año el viento no haya aparecido y desmerezca el triunfo. Ha sido una carrera casi perfecta, tuve mis contratiempos y los superé y eso es lo importante.