como un famoso

El domingo cayeron 90km en un circuito totalmente cerrado al tráfico, o eso es lo que me creí. Algún conejo, caballos, vacas y cigüeñas observándome sin interés desde el arcén y nadie más. Mi bici y yo, mis pensamientos y ese orgásmico zumbido de las ruedas que se oye cuando todo lo demás está perfecto. Un par de rotondas antes de llegar a casa que tracé rectas porque nadie andaba por la ciudad a esas horas. Las tres y pico.

Por la noche tocaba doblar, así que nueve kilómetros sin ver ni un alma hasta que llegué a casa. Alguna pareja que empieza a descubrirse, muchas ventanas abiertas e iluminadas por las sombras de la televisión y gente que llegaba al hotel de al lado pasada la medianoche. La ciudad para mi.

Al día siguiente fui a nadar. Una piscina de 50 descubierta enterita para mi. Tuve suerte, mientras me secaba al acabar llegó una colonia de más de cien niños que la invadieron por las cuatro esquinas.

Antes de cenar otra carrerita, esta vez había más parejas y perros paseando a sus amos. Después escogimos mesa en nuestro restaurante favorito, que estaba vacío, aunque la terraza llena.

Qué rico disfrutar de la ciudad vacía.

Qué rico volver a entrenar, sin objetivos claros pero volviendo a recuperar sensaciones.