Ahora que toca descanso en el sofá, debajo de una mantita suave, es momento de echar un vistazo a la parrilla televisiva. Los lunes por la noche hay un programa en el que cuatro hombres buscan pareja. Tras un proceso previo de selección en programas anteriores, que no he llegado a ver por estar entretenido en otras cosas, cada hombre tiene dos féminas que luchan por conseguir su atención.

El caso es que estos machos recurren a este programa porque en su vida habitual, por su trabajo y otras condiciones, han tenido difícil conseguir pareja. Los tres, varón y dos hembras, conviven en el ecosistema de él, a veces juntos, otras él y una de las otras dos alternativamente. El triatleta enseña a las candidatas sus faenas diarias: salir con la bici y llegar un par de horas tarde, a veces lleno de barro y poniéndolo todo perdido; o a correr, dejando la ropa oliendo a sudor desperdigada por las distintas dependencias de la casa, a su vez colonizadas por distinto material deportivo (ruedas, rodillo, repuestos, platos, cascos...); o a nadar, impidiendo darse una ducha a gusto por estar todos los achiperres secándose en la bañera... ; también comer mirando las calorías; aguantar que le tomen prestada la depiladora y no la limpien después. Si hay confianza, él se atreverá a presentársela a sus amigos, a los dos minutos estarán hablando de las próximas ruedas a pillar, competiciones o de la última salida en bici y la revancha que se va a tomar en la próxima. En los ratos de ocio, las chicas tendrán que aguantar los celos ante sus compañeros blogueros o de e-listas, o que se pasen las horas mirando webs de material o teoría aerodinámica. Si consiguen sentarse a solas tendrán que aguantar los triathlete y los finisher entre las revistas del corazón sin atreverse a reciclarlas y si en algún momento de arrebato sentimental, él les propone pasar un fin de semana fuera, tendrán que reducir su maleta a su mínima expresión y echar el asiento para delante para que quepa todo el material deportivo en la maleta y la bici en los asientos traseros con dos pares de ruedas por si el viento cambia.

Algunas no aguantan. Otras sólo compiten por el hecho de quedar por encima de la otra concursante. A veces un sentimiento surge entre el triatleta y una, o las dos. Entonces puede que el protagonista se deje hacer por las distintas armas de mujer de las aspirantes (más o menos afiladas) o que se aproveche de la situación forzando las situaciones.
Todavía quedan más programas para saber cómo finaliza el concurso, quizás algún día, llegando de la piscina, lo vea acabar.
Ya os contaré. O quizás esto es lo que me he soñado arropado y bien abrazado una noche de lunes y sofá.