Eran las Ciareas unas islas juguetonas que chocaban entre sí en mitad del mediterráneo impidiendo el paso de barcos a su través. A Jasón le chivaron el secreto para franquearlas, pero un servidor esta semana un día cumplía los entrenos sobrado de fuerza y otro se estrellaba sin saber el motivo, como si estas rocas se encontraran en su camino. Eso sí, a finales de semana tenía más hambre que el cíclope Polifemo de resaca.
Y no me importaba no respetar la dieta, el séptimo día tenía prueba en las montañas y me daría el capricho que el cuerpo pidiera. La noche antes velé armas en amable posada, protegido por elegantes caballos, imploré su fuerza, aunque esto no fue óbice para que Morfeo me visitara con malos augurios de lo que iba a pasar la mañana siguiente.
Aún así, estrenando coraza, me presentaba alegre a la línea de salida, es éste nuestro oficio y en el fragor de la lucha es donde disfrutamos. Los pequeños gigantes nevados nos esperaban preparando raíces y rocas, planeaban dificultar nuestro sin saber que lo único que lograrían serían que los loáramos en nuestros relatos de después.
Casi cincuenta estadios por delante de los doscientos escogidos en la plaza del Humilladero candelariense. Suspiros y nervios esperando el grito de salida. Por la calle principal los corredores bramaban cuesta empedrada hacia arriba, acaso asustaran a la nieve y ésta dejara de derretirse y rugir cuesta abajo.
Sin embargo, aunque partí en cabeza, pronto me di cuenta de que no era mi día. Si no hubiera sido una combate planeado, si no llevara el dorsal que me identificaba, si sólo fuera un simulacro, me hubiera retirado con la cabeza alta, siempre hay otros menesteres a los que dedicarse cuando Marte no es favorable. Pero estando aquí sólo restaba seguir. Era presa tan fácil de las Parcas, que éstas pasaron de mi en busca de víctimas que intentaran burlarlas, inútilmente, con más esfuerzo.
No di con rodilla en la tierra pero empecé pronto a caminar, que a tan tempranas alturas es igual que claudicar. Hordas de salvajes me adelantaban, pero aunque ellos fueran corriendo y yo andando, tardaba en perderlos de vista. Hielo, nieve, blanda tierra oscura, escaleras trazadas por la naturaleza en la roca.. no había terreno en el que me sintiera cómodo. Ni hacia el cielo ni hacia el infierno.
Sabía que la batalla contra Chronos estaba perdida, la montaña me estaba devorando como hacía Cronos con sus hijos. En vez de volver al hogar por el camino fácil, pero humillante, y cruzarme con los valientes que subían detrás de mi, seguí mi travesía tensando los gemelos tanto como Odiseo su arco para reafirmarse ante Penélope y sus pretendientes.
En los exiguos llanos intentaba remontar sin éxito lo que había perdido subiendo, si patinaba no daría con mis huesos en el suelo, me sentía un pelele blando como las hojas que pisaba. No digo que sufriera porque era lo que yo había elegido pero no sentí ningún deleite en la lucha y no me hubiera importado no iniciarla. La temperatura era ideal, como si Gedeón hubiera detenido el sol para nosotros.
En los exiguos llanos intentaba remontar sin éxito lo que había perdido subiendo, si patinaba no daría con mis huesos en el suelo, me sentía un pelele blando como las hojas que pisaba. No digo que sufriera porque era lo que yo había elegido pero no sentí ningún deleite en la lucha y no me hubiera importado no iniciarla. La temperatura era ideal, como si Gedeón hubiera detenido el sol para nosotros.
Completé el círculo y enfilé hacia la plaza que me vio partir cincuenta y cuatro minutos antes. Allí me esperaba A. extrañada pero comprensiva. No todos los días se puede rendir al máximo, o al menos como se pretende, si así fuera no seríamos humanos sino dioses y no sería esto un placentero reto sino una aburrida rutina. No he perdido el deseo de regresar como hicieron los comedores de loto, mordí el polvo, acaso alguna rama, pero un día, más fuerte y preparado, volveré.
Ya nuestra nave enfilada hacia el hogar, a medio camino por la autovía con corrientes favorables, una densa niebla lo ocultaba todo. Si me hubiera quedado en casa no habría podido siquiera salir a cabalgar, así que bien empleado estuvo ese día con su noche fuera de casa, gustando de manjares y buena compañía, aprendiendo que no todos los días son buenos, para que cuando lo sean aún valgan más.
Flanqueado por Oscar, con mis respetos, mi trauma mochilero por si me
quedaba por ahí arriba y Abe, al final segundo ganador en esta carrera
quedaba por ahí arriba y Abe, al final segundo ganador en esta carrera
7 comentarios:
Bueno, al menos te dio pie para escribir una bonita crónica.
Que esperas Ulises, con ese desnivel y el corto kilometraje, era un rompepiernas total!!!...comprate las Cascadia de Brooks y dale tregua a tus gemelos.
Y Enhorabuena, no son muchos los Tri que arriesgan sus tobillos en tan bikingas carreras.
Así es la cosa amigo, unos días "peodes y otros mejodes" ,jajaja.
Al final una batallita más que apuntar a la lista.
Una entrada épica! Me refiero a lo que has escrito y cómo lo has hecho.
Aunque ahora que lo pienso, llegar a meta en esas condiciones y sobre todo con esas sensaciones también tiene lo suyo.
Difícil nos lo pones para estar a la altura en nuestros comentarios. En ocasiones terminar una prueba con sabor agrio en el alma, hace que uno no olvide su condición humana y "reaprenda" a saborear futuras mieles de éxito. Y allí estaremos sí o sí.
Furacán,
Gracias.
Veleta,
Ya las tengo, las prefiero para ir deprisa por terrenos más fáciles, las Raptor agarran y se lo comen todo.
Los que aman el tri por el reto y la aventura son distintos a los que hacen un deporte de moda para lucir cabra.
Ciego,
De todo se aprende.
Ironmanu,
al final, como en Villalar o la Diada, se celebran también las derrotas. Acabé bien, como no iba no me castigué demasiado. Iba en tercera...
A.
no te preocupes, una palabra tuya basta para sanar mi alma.
Disfrutaste, buenos manjares y buena compañía...
¿No es de lo que se trata en parte todo esto?
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