paseando por Nevada, Utah, Arizona y California
capítulo 2. el tamaño importa
En el Sureste todo es a lo grande. No he visto infinito más vasto que aquel. A veces no se ve el fin del horizonte mires hacia donde mires, otras veces inmensas moles pétreas saldrán a tu encuentro. Las distancias son tan grandes que las miden en millas para que parezcan menos, pero duran tantos metros que se hacen muy largas.
Subiendo a Dante's View, en Death Valley
No solo para recorrer millas, sino unos pocos de pies, los americanos de este territorio usan del coche. Lo más grande posible. El coche que allí alquilamos no lo encontrábamos en los parkings oculto entre otros mayores, aquí no entraría en mi garage. He bautizado mi P3 como Little Bighorn, enormes pickups de hasta 5.7 litros en V8. Allí no sólo se llevan las bicis en las partes de atrás de los vehículos, también motos de trial.
Las caravanas plagan las carreteras que hemos recorrido. Enormes. Como las de los feriantes. A veces autobuses reconvertidos para una sola familia, a veces pequeños camiones tiran de ellas y éstas a su vez llevan arrastrando el utilitario de la familia: un Cherokee, un Dodge o un GMC suburban... Igual que en las películas hay parques de caravanas en mejor o peor estado, a veces aparcadas en anárquico orden, que conforman pequeños asentamientos en mitad del desierto, con parada de bus escolar, consejo social..
¿caracol o tortuga? lleva la casa a cuestas
Cientos de motoristas ruedan en grupos de hasta 20. En las cercanías del Gran Cañón o la mítica 66 sólo verás las míticas Harley Davidson cuanto más grande mejor, muchísimas sin casco. Los alternativos llevan BMW 1200, las menos Honda Goldwing. En los pueblecillos de gente moderna mucha Vespa. Hasta que no llegamos a SF no vimos variedad y japonesas, éstas siempre, no sé por qué, con casco.
Todavía no he comprendido el criterio para fijar los límites de velocidad. Se respetan igual que aquí. Ocasionalmente aparece un policía en su enorme Harley blanca con la sirena sonando que obliga a parar a los infractores, pero las rutas que hemos recorrido estaban prácticamente desiertas. Los camiones corren igual que los coches, y si van clavados en el límite de velocidad permitido, casi ningún vehículo se apartará del carril izquierdo.
La matrícula delantera es opcional. A veces personalizable. El que llega primero a un cruce pasa. Los semáfaros en cruce están al otro lado de la vía que cruzas y si está rojo pero giras a la derecha, puedes continuar con cuidado.
Nosotros alquilamos un Focus por poco más de 300€ los 20días que una vez allí cambiamos por un Ford Escape con radio por satélite que permitía captar 129 emisoras temáticas (canal Bruce, canal Pearl Jam, canal 60's, 70's, 80's, 90's, actual...) y además enganchar el ipod, 20d por 550€. Aquí sería un coche grande, en el Sureste a veces costaba encontrarlo en el aparcamiento. Por menos del alquiler de un gps nos compramos uno. Impresionantes los 9" escasos que tardan los gps, tanto el del coche como el de muñeca, en pillar satélite. La gasolina la pagamos entre 3'85 y 4'50$ el galón(0'84€-0'98€, y se quejan de que estaba subiendo), más caro según los estados, la marca, los aditivos y la distancia a la última gasolinera, imagina cuál era el precio de la gasolina en Death Valley...
parecía un videojuego la visualización de lo que nos aguardaba en los siguientes 10km..
En San Francisco profusión de Prius, también en taxis, quizás el modelo más abundante. En esta ciudad ya hay motos japonesas, scooters menos míticos, coches de tamaño europeo y automóviles de lujo del Viejo Continente.
Tras nuestro periplo de 3.500 millas (5.631 kilómetros más 400km y pico ida y vuelta al aeropuerto, de Madrid a Nueva York van 5.769 kms) por el Sureste americano no hemos oído ni el bip-bip del correcaminos. Son conductores educados, no hay claxon, ceden el paso muchísimo antes de que llegues al borde de la acero, no conducen agresivamente.. bueno, Las Vegas es otro mundo.
En fin, mientras a los americanos no les guste caminar, marcharán por el resto del mundo imponiendo su democracia y su modo de vivir. Algunos no notarán la diferencia entre un desierto y otro más que en la cantidad de canales en la televisión.