como las flores

Pasa que llego tarde a casa y veo la tabla de entrenos. Me parecen flojos, pero yo no lo soy y desafío a los ocho grados que ahuyentan de las pistas a los domingueros de esto de correr, ya no hay grupitos de chicas recién llegadas al colegio mayor y llenas de propósitos, ni esos otros que estrenan chandal de algodón y zapatillas sin mácula. Ya sólo quedamos las hojas en el suelo y los que un día tras otro jugaremos con nuestros ritmos de carrera y frecuencias cardíacas.

Como de flojos va el día decido estrenarme unas mallas y una chaqueta que parece demasiado fina, de esas que multiplican mis prestaciones humanas y así, de negro y en la oscuridad, no era batman sino uno que quiere ser ironman. Al final no sé si era que me sentía como un niño con la ropa de domingo o los poderes que me otorgaba mi cubierta textil, pero respetando el pulso impuesto me he sentido muy ligero y no me han afectado los diez grados menos que hay respecto a hace dos días.

Al final va a ser verdad lo que me dice A. de sus chiquiplantas, que las riegue poquito, que ya crecerán, que hay que tener paciencia.

Ahora su orquídea no tiene flores, pero sigue viva. Hay que mantener sus raíces ligeramente húmedas sin encharcarla, y que la luz incida desde un ángulo constante. Cualquiera pensaría en lo bonita que se volverá a poner viéndola ahora. Eso espero yo también, con unos kilos de más, rodando cuarenta minutos y pensando en ser finisher como las plantas con la primavera.

Así que paciencia, fe en los entrenos y constancia.