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Toda la tarde haciendo trucos, ellas divididas entre mirar su flequillo, asimétrico sobre el ojo izquierdo, y los boxer que asomaban sobre la cintura caída de sus vaqueros, raídos por la lija de la tabla; ellos envidiando sus ollies y sus movimientos limpios. Unos auriculares blancos salían del bolsillo trasero.

Bien educado, de Madrid. Mientras competía en el parque sus padres callejeaban por el románico de la ciudad. A la hora convenida fueron a recogerle. Un corro de chavales con las mismas trazas de su retoño le hacían corrillo, a un lado descansaba el trofeo de segundo clasificado al lado de su ajada mochila de la que le costaba tanto desprenderse.

Un último truco y acabo, ahora voy.

Uno fácil, como tantas otras veces. Un leve salto y deslizarse por una barandilla.

Catacrock.