viernes, 3 de mayo de 2013

sin tiempo para contarlo

Vivo cada minuto y no tengo tiempo de contarlo. Espero seguir gozando de su credibilidad aunque no crean lo que les voy a contar. Sepan, estimados lectores, que me presentaba en la salida de la Media Maratón de Ciudad Rodrigo con una mochila cargada de excusas, una mochila pequeñita, de esas de  carreras de un día, pero llena de esas frases hechas que se intercambian en cualquier línea de salida. Una mochila que intentaría vaciar a lo largo del recorrido, sin saber si lo conseguiría o no.


Hacía bastante frío y había hecho tiempo esperando en un bar  en el que la Maratón de Madrid era la reina de la televisión por una mañana. Estaba cansado. Estaba pesado. Pero sabía que iba a salir a por todas. Había involucrado a mucha gente para estar en esa línea de salida y tengo las balas contadas este año para disfrutar de un dorsal, aunque no fuera el momento más adecuado y la que correspondía a hoy no estuviera cargada a tope, no me quedaba otra que dispararla para ver hasta dónde llegaba.


Me dejo llevar. Callejeo sinsentido por las calles del pueblo donde se daba la salida, caen los primeros cuatro kilómetros en menos de catorce minutos antes de enfilar la antigua carretera que en línea recta nos llevarían a la ciudad natal de los Jaramugos y Jumentos. 

Los kilómetros siguientes pasan rápido, como uno solo. Trato de darlo todo pero no puedo cambiar de ritmo, aunque el gepese me indique que ya he pillado un trantran bastante rápido. Estoy abierto al hombre del mazo, no me sorprendería, pero hasta que llegue sigo con el juego, hoy es divertido.

Grupos que vienen, grupos que se van. Cuestas arriba donde recupero algún puesto y bajadas donde no puedo ir a más y aún así se me van. Es el primer día de la semana que no me duele nada. No siento frío. Luce el sol. Voy solo, pero la larga recta me permite ver los colores de los que van delante. Soy constante.

Gente que alcanzo y gente que me alcanza y me supera. No puedo ir a más. A falta de 4 kilómetros intento subir el ritmo. No puedo.

A falta de un kilómetro, entrando en la fortaleza en una subida corta pero exigente, lo consigo. Alcanzo a un trío y me lanzo hacia mis chicas, que me esperan a falta de un kilómetro, el más bonito de toda la carrera.


Como un toro de los encierros, voy  embalado y ligero por el empedrado. El objetivo en media maratón en los últimos dos años y medio ha sido bajar de hora veinte, en las cuatro ocasiones que lo he intentando lo he rozado, y me he quedado a segundos. En las cuatro me he presentado en la línea de salida en mejor ánimo y preparación que en ésta. Da rabia estrellarse una y otra vez contra ese límite por apenas un suspiro en cada kilómetro de los veintiuno que componen una media.

Una camiseta amarilla tras un par de curvas funciona igual que una capa, me lanzo a por ella. Bajo el arco de meta mi alegría será la decepción de otro. Sin buscarlo he cumplido holgadamente mi objetivo. Una marca que al principio me parecía lejana de mis prestaciones, me consideraba, me considero, un atleta de poco menos de hora veinte. Varias veces lo he intentado, y teniéndolo, se ha escapado. Aunque esta vez me he sacado la espinita no he sufrido como en las otras ocasiones, sólo lo he dado todo en el último kilómetro, me ha ayudado el aire a favor, el perfil favorable..

 al fondo a la izquierda hay sitio

25absoluto, 5VETM-A y podio en mayores de 74kgrs

foto finish

Tras las felicitaciones de mis chicas y la rápida comida, he ido pensando en el coche camino del trabajo y no he sabido responderme. Había que estar ahí, había que correr, pero no ha dolido, no ha faltado el aire.

El sueño provocado por esta carrera, y el resto del cansancio acumulado unos días después, y las agujetas que al principio tímida y luego sin vergüenza han ido brotando en mis piernas, me han susurrado que tal vez sí, que el sueño se cumplió, y que si tengo dudas, vuelva a intentar asaltar, o al menos acercarme, a esa hora dicisiete treinta y uno.

El año pasado di una charla en la previa a esta carrera, invitado por Abel . Este año fue él quien compartió su experiencia y no pude estar presente. Que alguien se acuerde de mi para que cuente algo y tener un auditorio que me escuchara ya fue justo y sobrado pago, y fue una alegre sorpresa que al despedirme para ir a coger el autobús que me llevara a la salida, tras haber echado no una mano, sino un par de dedos a montar la llegada, Atalanta me entregara la bolsa del corredor del año pasado y algo más. Muchas gracias. En breve estará en la página de biblioteca y seguro que con muchas estrellas.

Hasta la próxima.