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Los turnos parecen colocados como las flores en el prado, no desaprovechamos el azar para desconectar y salir a caminar al monte.

Dicen que quedan semanas para el colapso. Las vacas sagradas apenas se mueven del sitio que llevan aplastando día tras día, no saben, no quieren adaptarse para que todo siga igual, lo más parecido, y un día cualquiera lo pasarán mal, pero será tarde para quejarse.

Las cabras observan, miran, permiten que te acerques, pero se mueven a otro lugar para seguir comiendo tranquilas cuando traspasas el límite. Si hace falta corren, pero les basta con moverse tranquilamente. Son más jóvenes y se adaptan.

El plan era subir al Gorbea, que veis a mi espalda. Caminando entretenidos equivocamos el camino que no buscábamos, da igual, el disfrute de coronar otra cima, aunque fuera más pequeña nos produjo el mismo gozo.

En la cima nos esperaba un sol radiante de octubre, de los que quedan pocos. Allí arriba el mundo era para nosotros solos. Su calor y una mañana desconectados del mundo nos llenaron de energía.

Vuelta directa al turno donde nada parecía haber cambiado, cambio de maletas y nuevo viaje. Echábamos de menos el mar. Las olas, el viento que nos susurra secretos en el Elogio del Horizonte, la gente amable.

Observando el mundo, sin internet en una semana pero desayunando tranquilo ojeando la prensa. Pasear, leer frente al mar ¿no es éste un buen plan?

No hay ningún secreto, pero no os chivéis. Simplemente disfrutad cuando se pueda. Prepararos para el porvenir. Y trabajad cuando toque.

Y al volver a casa apretamos otra vez el play.