JMJ 2011

Un jaramugo es un pez alevín de cualquier especie.

Una jaramugada es quedar con los amigos para realizar una gesta deportiva, que pensada detenidamente, es una burrada, una jumentada.

Y como buenos jaramugos, nos juntamos nueve personas para repetir la Travesía Mirríobregense,  esta vez somos dos más, incluso hay una valiente. 

Un placer nadar por las aguas calmas del río, entre paredes de piedra, aunque a veces los recovecos del río dificultaban la orientación.

Nadie dijo que iba a ser fácil, la entrada y salida del agua no envidiaban a las cuestas de cualquier ultra.

 Día de calor y más de una piragua por cabeza. Cuatro mil quinientos metros decía el guguelmaps, alguno menos diría la hora y cuarto que hicimos los dos primeros.

Otro se lo hizo en bicicleta. Lo malo es que si nosotros podíamos bebernos el río en caso de necesidad, en bici el aire podía secarlo todo.

Casi ha sido el día que más cómodo he nadado en todo el año. No se me hizo ni corta ni larga, lo justo, y eso que este mes ha sido de entrenos flojos, pues entrenar la natación a mediodía en una piscina pública petada de niños dificulta tanto el entreno como quita las ganas, y de eso ya hay pocas.

Así terminaba la II Travesía Mirríobrigense, algunos acabarían aquí, otros se unirían, porque el JMJ consiste en volver a Ciudad Rodrigo corriendo los 10 kilómetros que separan el pantano de la alameda del río, primera edición del   

JMJ 

Jaramugos Meet Jumentos,

donde los alevines fluviales se convierten en pollinos trotones.

 

o como diría Furacán
Jornadas Mirríobrigenses de la Jumentú

 Al principio creía que la llegada de la natación iba a ser neutralizada, que íbamos a esperarnos y a salir corriendo todos juntos. Ya en el agua me dicen que cada uno de un tirón. La verdad es que al llegar con ventaja me emociono y hago una transición digna de un sprint, y eso que no tenía el material preparado.

Aquí los dos que primero llegaron, previo avituallamiento en un abrevadero, los treinta y tantos grados casi acaban con nosotros, menos mal que mi compañero se conocía el camino. En meta un refresco y vuelta al río a refrescarnos.

El tercer tiempo fue lo más duro. Pollo, ensalada y patatas fritas en una gran mesa en el río con una gran luna llena, y después, como seguíamos con sed, ruta por las calles mirobrigenses. A. y yo nos despedimos de todos en el mítico Manolín, llegamos a casa doce horas después de haber partido a este JMJ tan especial.