de indignación y otros sentimientos

prólogo

John  Steinbeck escribió Las uvas de la ira en 1939, narra el éxodo de la familia Toad desde su tierra en Oklahoma, de la que son expulsados, hacia California, la que creen tierra prometida, emigrantes explotados dentro de su propio país tras la crisis del 29.

Muy recomendable.

La verdadera ruta 66, en automóviles desvencijados cargados hasta los topes, y no la que se hace en un Cadillac descapotable o una  moto custom desviándose a Las Vegas o el Gran Cañón.

Una novela y un tema totalmente vigente en estos momentos en que las corporaciones y los especuladores siguen jugando con nuestros destinos en su único beneficio.

Los indignados son los únicos que alzan la voz, pero eso, vocinglean sin más. No hay propuestas básicas y fundamentales. Acampan en espacios públicos privando a los demás de su disfrute, dialogan en asambleas donde se empieza a discutir de lo humano y lo divino en vez de promover medidas inmediatas y prometen eternizar su acampada.

Y al decir esto parezco un burgués de la derecha más rancia, que intenta empatizar con los que tienen pisos en alquiler sin recibir nada a a cambio de aquellos que firmaron un contrato, los malos, los propietarios, no los inquilinos. Y sin embargo si no tuviera otra cosa mejor que hacer, quizás pasaría algún rato con ellos, o se manifestaría en una gran reunión en la que creo que participarían todos los habitantes de la piel de toro, yo también estoy indignado, cabreado, desilusionado, decepcionado, asustado con la situación que tenemos.

Mientras, dos grupos emplean todas sus fuerzas en vencer al contrario en vez de unirse, en asamblea constructiva, para vencer la situación que todos crearon. Unos por gastar más de lo que tenían y abandonarse al dinero fácil, otros por no limpiar su círculo de ladrones y egomegalómanos. Unos por conformarse con votar a los de siempre, otros por aspirar a lo de siempre. Cambiaremos flores marchitas por guano, la misma mierda. Mandones y mandados sólo se ocupan, nos ocupamos, de nosotros mismos sin darnos cuenta qde ue todos somos uno.

Unos permanecerán unidos a cualquier precio hagan lo que hagan sus semejantes, otros se dividirán. Y habrá ilusos que llegado el momento no opinen con una papeleta válida creyendo que así protestan contra el Sistema, los que lo tienen claro, para bien, el que creen su bien, o para mal, si votarán, y todo seguirá igual.

Y mientras en lujosos despachos especulan con nuestras vidas, no parece surgir una tercera fuerza, las dos que hay no parecen querer enfrentarse a los que los auparon (no confundir con los votantes), eso me da que pensar que al final es cierto que merecemos lo que tenemos, mucho pataleo, mucho corrillo, mucha enervación en conversaciones junto a la máquina del café pero no se hace, no hacemos, no hago nada.

Irá con nuestro carácter; el más ladrón, el que más medra es el más listo. El  lo mío pa'mi saco de La Mala. El que inventen otros unamuniano. El protestar por las esquinas y no luchar por nada.

Si alguien recogiera las propuestas amparado bajo unas siglas legales, si se recogieran firmas para una propuesta de ley, si pagáramos precios justos a agricultores y ganaderos de este país en vez de arruinarlos a través de multinacionales, si no compráramos productos de estados que atacan nuestra economía, si no buscáramos lo más barato a cualquier precio sino al que conviene a nuestros productores, que somos todos, si... se me llenan los dedos de letras y tampoco hago nada más que ladrar a las sombras.

epílogo

Imaginad la crisis del Prestige. El gobierno culpando a una tormenta inesperada y a la impericia de un capitán extranjero; la oposición, que un par de años antes era gobierno, culpando a éste de falta de planes de previsión y de una normativa rigurosa de seguridad. Mientras, todo el petróleo desparramándose, devorando la fauna y la flora, besando las costas. Los indignados de acampada lúdico-reivindicativa en todas las gasolineras, en asambleas sobre cual sería el mejor transporte ecológico y pensando en acabar con las petroleras.