miércoles, 9 de julio de 2008

IX de julio de MMVIII

Salimos de Venecia con rumbo a ciudades vecinas. La primera parada es la ciudad donde Shakespeare situó el enfrentamiento entre Montescos y Capuletos.

Ya les vale que uno de los rincones más visitados sea el supuesto balcón al que trepó Romeo, previo paso por portalón donde todos los enamorados dejan notitas de amor o las escriben directamente en la oscura pared. Tocarle la teta a Julieta parece la meta de tod@s.

Entramos en el Arena de Verona donde esta noche representan Nabuco. Entre los asientos hay centenares de velas, algunas enteras, otras a medio consumir y otras literalmente derretidas en la piedra que multiplica este bochorno por tres. Parece que el antiguo circo romano quiere felicitarme mi trigésimo segundo aniversario.

Paseo por plazuelas, vista arriba para ver torres y balcones, mirada de reojo para no ser arrollado por la marabunta turistil. Por aquí también pasearon Dante y Petrarca, aunque creo que ni ellos serían capaces de imaginar lo que las musas enseñan ahora..


La segunda parada es Vicenza, donde el señor Campagnolo tiene unas naves en la entrada oeste. La verdad es que al norte de Miranda de Ebro todo es más verde, pero se cena muy pronto y las tiendas cierran a las seis, así que lo encontramos casi todo cerrado. Pero el día es largo y paseamos por el puente Vechio, el Castillo Vechio, la calle Vechia y más cosas por el estilo. El Duomo nos acoge en su fresquita sombra. Por aquí vivió un señor, que empezó de albañil y acabó diseñando la mitad de los monumentos, y recibiendo una estatua de agradecimiento en todo el centro de la plaza, se llamaba Palladio. Qué tiempos, ahora uno empezaría quizás de albañil, y en este país quizás acabara de constructor, presidente de un club de calcio y hasta presidente de la república, y seguro que nadie se acordaría de dedicarle un monumento...



Invito a la cena ya que soy el homenajeado y hemos hecho unas compras para ponernos guapos. Yo pollo, ella sushi regado con vino blanco sudafricano, por eso de recordar los buenos momentos. Se llama Hyshou, y nosotros somos normales, pero quitando los que van con kimono el resto de la gente es de lo más chic, que por otra parte es lo que se lleva por aquí. En castellano se diría que los italianos son unos pijos del quince.

1 comentario:

sislen dijo...

Suponemos que habrás guardado energía renovable y la habrás recargado con tantas vistas impresionantes, almacenada en algún compartimento secreto seguro que te ayuda a batir tus marcas mañana, ¡mucho ánimo! Annie y Josetxu también te mandan un abrazo.