Qué pena, mis cinco minutos de gloria catódica y esta cadena no la coge mi satélite.
Y justo antes del “good luck” de rigor la típica pregunta:
¿y tú, por qué haces triatlón?
La verdad, es que en esos momentos, pensando en el idioma de mi madre y trasladándolo al inglés no se me ocurrió otra cosa que decir “I don´t know, it´s a way of life”, y me quedé tan ancho.
Y por qué hago triatlón? Cuantas veces hemos oído y pensado esa pregunta.
La respuesta fácil es porque me gusta.
Pero a los triatletas no nos gustan las cosas fáciles, así que la respuesta verdadera ha de ser más complicada.
De los ocho a los dieciocho años jugué al baloncesto, fui variando de puesto desde pívot a base al crecer los demás niños y yo quedarme igual. Reciclarse a base con 18 es difícil si antes sólo te has ocupado de resolver debajo del aro o jugar cerca de canasta como ala. Pero botar la pelota con agilidad y hacer mil figuritas ya no era lo mío. No iba a aprender a esas edades. Y cuando yo corro atacando el resto del equipo no, y luego bajo lento a defender, y viceversa. Depender de un equipo y que éste cada vez lo fuera menos al buscarse la gente otras ocupaciones hicieron que abandonara la colectividad por la individualidad.
Qué raritos eran aquéllos atletas o nadadores de mi colegio que no andaban con balones. Yo era veloz cuando corría, pero no llegaba lejos. Saltaba alto pero eso de poco me iba a servir ya.
Y me compré una btt con suspensión delantera. Y hacía ruta para arriba y ruta para abajo, los sábados. Era poco técnico y así sigo en las bajadas. Alguna marcha, que molaba picarse con otros ruedas gordas.
Y me compré una bici de carretera para coger más fondo para la de montaña, para hacer más kilómetros en el mismo tiempo y así llegar más lejos cuando en verano me iba a dar una vuelta alrededor del pueblo.
Y un día pinché.
Y me ayudaron los triatletas (ya había visto alguno por el gimnasio).
Y me acogieron.
Y empecé como duatleta. Que nadar llevaba mucho tiempo.
Y empecé a competir. Y me gustó. Y los resultados dependían de mi esfuerzo.
Y si no andaba más la culpa era de mis padres, que de pequeño ni me apuntaron a la escuela de atletismo, ni a la de ciclismo, ni a la de natación.
Y un día probé el duatlón largo. Y fue lo que más me gustó.
Dos años como duatleta corriendo todas las pruebas que podía. Y los últimos meses me decidí ir a la piscina, tenía la calle de los triatletas pero preferí meterme en los cursos de perfeccionamiento a ver si era capaz de nadar 30 largos de un tirón. Cosa que no conseguí hasta dos días antes de mi début.
Mi primera prueba fue el Triatlón Sprint de Medina de Rioseco. Se nadaba en el Canal de Castilla, en esas aguas negras que no dejan ver los manos haciendo el agarre. A pesar de la precaución de salir el último, tras mantener la flotabilidad antes de la salida, en mitad del canal sin neopreno ni boya que me socorriera, todavía adelanto a alguien con el consiguiente roce y la sensación de pánico al ser absorbido hacia el fondo me hace abandonar.
Quince días después lo vuelvo a intentar en un Olímpico. Consiguiendo la camiseta que me acompañará durante todo el verano.
Dos años estudiando lejos de casa. Me llevo la bici aunque le hago pocos kilómetros. Me traigo 11kgrs de más, otro abandono en un Triatlón Olímpico, alguna travesía, dos triatlones top ten por la cola y lo más importante, una plaza como residente que en principio no fue la deseada aunque me ha conducido a lo que soy ahora, y que me encanta, y a Ainhoa.
Y vuelvo a entrenar. Qué duro son los comienzos.
Estoy madurando. La evolución puede ser cambiar los deportes colectivos por la individualidad. No he vuelto a echar unas canastas. Trabajo y hago triatlón. Ese deporte que nadie conoce y que yo sólo conocía por el TransWorld Sport de Canal Plus. Qué dureza y que bonito. Qué lejos de mi alcance. Vuelvo a reunirme con la antigua grupeta cuando soy capaz de aguantarles el ritmo tras muchos kilómetros en solitario y nos planteamos hacer el Home de Ferro al final del verano como prueba suprema de llegar a la edad adulta. Ahora todos estamos empezando a trabajar más o menos en lo que hemos estado estudiando. Los triatletas veteranos siguen con sus rutinas.
Primer triviaje con A. Qué nervios. Me presento con el aval de un par de medias maratones y alguna salida larga en bici. Mi segundo triatlón con neopreno. Mi primera pasta party. Qué rico estaba todo y qué malo me puse. Supongo que asimilé muy bien los carbohidratos. Dos mil dos. Mi primer triatlón largo. Qué larga fue la natación y que alegría al salir del agua y ver allí a A. Ya estoy fuera. No me he ahogado. Ahora sólo es echar tiempo. Disfruté con la bici sin pensar que aún quedaban los desconocidos 30 kms a pie. Qué calor. Qué sol. Qué bonito tanta gente corriendo y animando. Y cuando ante mi aparece el cartel de últimos cinco kilómetros nace esa sonrisa de lado a lado cuya función fisiológica puede ser la de agrandar las fosas nasales. Ya no respiro. Sólo sonrio. Ya no toco la tierra. Sólo veo de frente. Soy ligero. Voy a llegar. Aunque me corten una pierna. Aunque me corten las dos. Ahí está la meta. He llegado! Soy Home de Ferro. A. dijo que sólo por ver esa sonrisa todo ha merecido la pena. Estoy contento, muy contento y ese sensación me va a durar mucho más que todas las posteriores. Da igual. También esa camiseta me la he puesto mucho más que ninguna otra. Pero la enfermedad ya está dentro y me llevará a seguir esas alegrías siempre que pueda, ya no en competición sino también durante el entrenamiento.
Y seis años después nunca he dejado de ser triatleta. Bañador y gafas siempre me acompañan. Travesías y medias son parte del entrenamiento que intento hacer siempre que viajo. Me encanta entrenar por el placer de entrenar, solo o con la grupeta cuantomásmejor. Y competir, en media y larga distancia.
Podría decir mil cosas que me gustan del triatlón. Pero es difícil contar por qué me gusta el triatlón.
Te atreves tú? Compártelo en pensamientos.
La verdad, es que en esos momentos, pensando en el idioma de mi madre y trasladándolo al inglés no se me ocurrió otra cosa que decir “I don´t know, it´s a way of life”, y me quedé tan ancho.
Y por qué hago triatlón? Cuantas veces hemos oído y pensado esa pregunta.
La respuesta fácil es porque me gusta.
Pero a los triatletas no nos gustan las cosas fáciles, así que la respuesta verdadera ha de ser más complicada.
De los ocho a los dieciocho años jugué al baloncesto, fui variando de puesto desde pívot a base al crecer los demás niños y yo quedarme igual. Reciclarse a base con 18 es difícil si antes sólo te has ocupado de resolver debajo del aro o jugar cerca de canasta como ala. Pero botar la pelota con agilidad y hacer mil figuritas ya no era lo mío. No iba a aprender a esas edades. Y cuando yo corro atacando el resto del equipo no, y luego bajo lento a defender, y viceversa. Depender de un equipo y que éste cada vez lo fuera menos al buscarse la gente otras ocupaciones hicieron que abandonara la colectividad por la individualidad.
Qué raritos eran aquéllos atletas o nadadores de mi colegio que no andaban con balones. Yo era veloz cuando corría, pero no llegaba lejos. Saltaba alto pero eso de poco me iba a servir ya.
Y me compré una btt con suspensión delantera. Y hacía ruta para arriba y ruta para abajo, los sábados. Era poco técnico y así sigo en las bajadas. Alguna marcha, que molaba picarse con otros ruedas gordas.
Y me compré una bici de carretera para coger más fondo para la de montaña, para hacer más kilómetros en el mismo tiempo y así llegar más lejos cuando en verano me iba a dar una vuelta alrededor del pueblo.
Y un día pinché.
Y me ayudaron los triatletas (ya había visto alguno por el gimnasio).
Y me acogieron.
Y empecé como duatleta. Que nadar llevaba mucho tiempo.
Y empecé a competir. Y me gustó. Y los resultados dependían de mi esfuerzo.
Y si no andaba más la culpa era de mis padres, que de pequeño ni me apuntaron a la escuela de atletismo, ni a la de ciclismo, ni a la de natación.
Y un día probé el duatlón largo. Y fue lo que más me gustó.
Dos años como duatleta corriendo todas las pruebas que podía. Y los últimos meses me decidí ir a la piscina, tenía la calle de los triatletas pero preferí meterme en los cursos de perfeccionamiento a ver si era capaz de nadar 30 largos de un tirón. Cosa que no conseguí hasta dos días antes de mi début.
Mi primera prueba fue el Triatlón Sprint de Medina de Rioseco. Se nadaba en el Canal de Castilla, en esas aguas negras que no dejan ver los manos haciendo el agarre. A pesar de la precaución de salir el último, tras mantener la flotabilidad antes de la salida, en mitad del canal sin neopreno ni boya que me socorriera, todavía adelanto a alguien con el consiguiente roce y la sensación de pánico al ser absorbido hacia el fondo me hace abandonar.
Quince días después lo vuelvo a intentar en un Olímpico. Consiguiendo la camiseta que me acompañará durante todo el verano.
Dos años estudiando lejos de casa. Me llevo la bici aunque le hago pocos kilómetros. Me traigo 11kgrs de más, otro abandono en un Triatlón Olímpico, alguna travesía, dos triatlones top ten por la cola y lo más importante, una plaza como residente que en principio no fue la deseada aunque me ha conducido a lo que soy ahora, y que me encanta, y a Ainhoa.
Y vuelvo a entrenar. Qué duro son los comienzos.
Estoy madurando. La evolución puede ser cambiar los deportes colectivos por la individualidad. No he vuelto a echar unas canastas. Trabajo y hago triatlón. Ese deporte que nadie conoce y que yo sólo conocía por el TransWorld Sport de Canal Plus. Qué dureza y que bonito. Qué lejos de mi alcance. Vuelvo a reunirme con la antigua grupeta cuando soy capaz de aguantarles el ritmo tras muchos kilómetros en solitario y nos planteamos hacer el Home de Ferro al final del verano como prueba suprema de llegar a la edad adulta. Ahora todos estamos empezando a trabajar más o menos en lo que hemos estado estudiando. Los triatletas veteranos siguen con sus rutinas.
Primer triviaje con A. Qué nervios. Me presento con el aval de un par de medias maratones y alguna salida larga en bici. Mi segundo triatlón con neopreno. Mi primera pasta party. Qué rico estaba todo y qué malo me puse. Supongo que asimilé muy bien los carbohidratos. Dos mil dos. Mi primer triatlón largo. Qué larga fue la natación y que alegría al salir del agua y ver allí a A. Ya estoy fuera. No me he ahogado. Ahora sólo es echar tiempo. Disfruté con la bici sin pensar que aún quedaban los desconocidos 30 kms a pie. Qué calor. Qué sol. Qué bonito tanta gente corriendo y animando. Y cuando ante mi aparece el cartel de últimos cinco kilómetros nace esa sonrisa de lado a lado cuya función fisiológica puede ser la de agrandar las fosas nasales. Ya no respiro. Sólo sonrio. Ya no toco la tierra. Sólo veo de frente. Soy ligero. Voy a llegar. Aunque me corten una pierna. Aunque me corten las dos. Ahí está la meta. He llegado! Soy Home de Ferro. A. dijo que sólo por ver esa sonrisa todo ha merecido la pena. Estoy contento, muy contento y ese sensación me va a durar mucho más que todas las posteriores. Da igual. También esa camiseta me la he puesto mucho más que ninguna otra. Pero la enfermedad ya está dentro y me llevará a seguir esas alegrías siempre que pueda, ya no en competición sino también durante el entrenamiento.
Y seis años después nunca he dejado de ser triatleta. Bañador y gafas siempre me acompañan. Travesías y medias son parte del entrenamiento que intento hacer siempre que viajo. Me encanta entrenar por el placer de entrenar, solo o con la grupeta cuantomásmejor. Y competir, en media y larga distancia.
Podría decir mil cosas que me gustan del triatlón. Pero es difícil contar por qué me gusta el triatlón.
Te atreves tú? Compártelo en pensamientos.
5 comentarios:
Yo, lo más cercano a una respuesta la he intentado plasmar en letras al pie de la cabecera del Blog. Pero a los que me siguen preguntando, les digo que la respuesta está en """ese último Km""". Todo lo demás es difícil de explicar con palabras.
Una vez, sólo una, hice uno, indoor, de esos de promoción.
La motivación: yo también soy capaz.
Mareada de tanta vuelta en la piscina, casi me caigo al salir. La bici, estática, sin drafting!!! Se fue la luz y contadores a cero, vuelta a empezar...Y correr en una cinta, con rodillera. Acabé.
Lo peor, no hubo meta, solo bajar de la cinta, nadie para darme un abrazo al llegar, ni siquiera camisetas...Por no haber no hubo ni clasificaciones, o al menos no las encontré.
Pero me sentí satisfecha. ¿Repetiré algún día? Creo que no soy lo suficientemente disciplinada!!!
Me conformaré con la sensación de ¿envidia? cuando os veo competir.
La cabecera de mi blog es harto elocuente... SI alguien te lo pregunta, es difícil que explicándoselo llegue a comprender lo que sentimos.
Muy buen post compañero. Esto del tri, te vuelve algo "talibán"; todo el día hablando de, viendo y leyendo tri. Taluego!
Muy interesante tu historia. Hace algún tiempo dediqué una entrada en mi blog contando mis inicios
Aunque lo del porqué... la verdad es que no lo sé, parafraseando a Mallory respondería simplemente porque está ahí.
Y eso que aún no he probado del veneno de la LD.
Saludos!
Excelente Blog, desde hoy seré un lector constante; y, por que hago triathlon? es algo que no sabía y aún asi prepare mi primer IM, en donde encontre la respuesta a muchas preguntas; hago triathlon por encontrarme con ese sentimiento único en la alfombra de llegada, es algo indescriptible y que vale todo los esfuerzos del mundo, sin contar que este deporte me a cambiado para bien.
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