domingo, 29 de julio de 2012

una humilde propuesta

Hay cierto asunto que provoca un sentimiento de melancolía en aquellos que caminan por esta gran ciudad o que viajan por el país y se manifiestan cuando se encuentran en los caminos, las calles, las redes y las puertas de los bares plagados de gente, detenidos a su pesar, importunando a quien los quiere oir sobre el derrumbe del Estado.

Creo que todas las partes estarán de acuerdo, y así me lo comentó el señor Swift, cuya lectura recomiendo encarecidamente, tras observar cómo resolvió el problema de los pobres en Irlanda (esa isla ya tan cercana a nosotros, no sólo en la cola de este continente sino también en la subordinación de nuestras leyes a la Curia Vaticana) en que tal prodigiosa cantidad de gente sana y en la flor de la vida está realmente desaprovechada, ocupando su tiempo rumiando ataques contra su persona y los suyos, de tal modo, que se han visto forzados a blindar los edificios gubernamentales.


Si bien es inteligente la máxima del césar de divide y vencerás, creo que apartar y lanzar al vulgo a los trabajadores del Estado puede volverse en su contra, pues ustedes también lo son (asalariados de la Hacienda Pública, digo, que el trabajo ensucia) y convendrá conmigo en que aparte de muy necesarios siempre han sido ellos los que han soportado las cargas impositivas sin pedir nada a cambio en los tiempos de bonanza, y que con sus conocimientos y desidia o mala fe al usarlos, amén de su juventud, pueden convertirlos en peligrosos atacarles.

Corte la tarta por otro lugar, mi Señor. Una a todos sus vasallos contra otro enemigo común y, tanto o más gravoso. Sabido es por mi trato directo con esta gente, que hay muchos que si de ellos dependiera no estarían ya con nosotros y dejan pasar el tiempo esperando que alguien venga a buscarlos, sin producir siquiera afecto alguno y consumiendo recursos, para todos ahora tan necesarios. Piense, que incluso con una rebelión de estos sujetos poco se perdería, pues al contrario de los valerosos que vieron menguar su nómina, nada podrían hacer éstos  contra unas fuerzas de seguridad, o simplemente enfrentada a una plebe contenta y adoctrinada contra un objetivo claro y común.
  
Vea que la actual situación de las cosas viene de antiguo, cuando las personas estaban diseñadas para durar apenas 15años tras jubilarse de su ocupación, tras producir durante treinta, cuarenta o quizás más años. Pero que el panorama actual laboral, tras una larga formación que eterniza la adolescencia, y la sabiduría, o más bien, el despiste del Altísimo, hacen que el presente haya cambiado, y que ahora los rentistas no sólo igualen sino que puedan llegar a duplicar tanto la prestación recibida como el tiempo que la disfrutan respecto al tiempo en que aportaron a las arcas públicas.


Pueda parecerle una medida dura. Quizás se acuerde de algún ser querido. Pero reconsidere que no lo será más difícil que lanzar familias honradas a subsistir en la calle, que enfurecer a  hordas de jóvenes siniestros ávidos de cambio, de violencia. Empiece poco a poco. Primero la medida será voluntaria, aquellos que así lo deseen harán un último esfuerzo por el bien común. Luego extiéndala a los que no contestando otorguen, y no tengan nadie que por ellos hable. Convendrá conmigo, que las medidas de prevención primaria en salud están destinadas a salvaguardar la esperanza de vida hasta una edad media determinada estadísticamente, luego aquellos que hayan sobrepasado esta edad determinada en sus genes por el Supremo no tienen por qué seguir tratamiento alguno. Después extienda la medida como su discreción estime.

Ofrezca subveciones, no olvide que este pueblo las adora, y que ansía gastarlas en cualquier cosa diferente para la que fueron creadas. Verá como una mínima inversión produce generosos dividendos.



Distribuya entonces los recursos no gastados entre los que ahora alzan sus quejas, continúe dominando los medios de producción y entretenimiento como hasta ahora ha hecho, tenga manga ancha con el fortalecimiento de nuestros deportistas que tan bien llevan la rojigualda allende de nuestras fronteras, y volverá a tener un pueblo dócil al servicio del capital. Además, aquellos lugares que hasta ahora se destinaban al almacenamiento de los nuevos héroes de la nación que se sacrificarán en pos de ella, pueden destinarse a alojamiento de los llamados sintecho (y será usted quien se lleve la gloria de lograr algo que ningún predecesor suyo, de cualquier signo, ha tenido hasta el momento), así nuestra estirpe propia vuelverá a crecer y no habrá entonces sitio para otros pueblos extraños que quisieran mamar de nuestros recursos.

Quiero manifestar de todo corazón, que ningún interés personal, por ínfimo que sea, me empuja a promover esta necesaria empresa; que sólo pretendo mejorar nuestra industria, manteniendo a los niños, aliviando con ello a los pobres y dando algún placer a los ricos; que no hay otro motivo que el bien de mi país y el de mi pueblo. No tengo dependientes ni ancianos con los cuales pueda obtener alguna prebenda.

Deseo que esos políticos a los que desagrada mi propuesta, y que quizá sean tan audaces como para intentar ofrecer una solución, pregunten primero a los interesados y luego a sus cuidadores, si los hubiera y no fuera el mismo Estado, si, a día de hoy, no considerarían digno de celebración evitar gastos sin sentido  desterrando de este modo la continua sucesión de desgracias por las que venimos pasando desde hace años.

Ilustraciones
Inspiración, texto en cursiva 
Jonathan Swift
Una humilde propuesta
Editorial Nórdica

1 comentario:

edecast dijo...

Nada humilde es la expuesta, y con claridad divina