turistas

Otra vez las prisas han desbaratado un plan que tenía en mente desde hace semanas. Quería hacer el comentario de una película antes de verla y después ver la coincidencia. No he podido hacerlo, pues he ido a verla unos días antes de lo que pensaba, pero A. es la avalista de mi intención, antes de sentarnos le conté el desenlace de la película, y no me equivoqué. Hacia la mitad de la proyección otra voz femenina, entre listilla y sorprendida, unas filas a la izquierda y detrás,  llegó a la misma conclusión que yo.

No niego que es una película entretenida, que en vez de recurrir al flashback juega a crearlo en la cabeza del espectador. Sabía cómo iba a acabar, lo que desconocía era qué iba a pasar hasta entonces. Actores guapos, una protagonista vestida como las grandes damas del cine en blanco y negro y una preciosa publicidad de la ciudades de París y Venecia, así como de las divisiones de telefonía y portátiles de la marca japonesa propietaria de la productora del filme. Tanto la policía como los malos utilizan el mismo modelo de móvil.

Cumple su función, entretiene y despierta el deseo de visitar las capitales donde se desarrolla la acción. Se pasa, y probablemente se olvide, más rápido que lo que se tarda en pronunciar el nombre de su director, Florian Henckel von Donnersmarck.

El argumento es fácil, una elegante dama, más preocupada en lucirse que en emocionar, seduce a un turista accidental para engañar a la Interpol y a un mafioso en el encuentro que tendrá con su amante en la ciudad de los canales. El amante de esta señora robó más de 740 millones de libras, de ahí que sea uno de las personas más deseadas de la ciudad.

Al final quedan ganas de ver la original