
Reza el subtítulo de la película que todos llevamos uno dentro, y es verdad. Aunque usted lector, en su mayoría, sea de los aficionados al deporte y piense que lo mantiene a raya, en cualquier momento el gordo que se esconde puede salir a la superficie.
Rezaba la publicidad de una marca de agua, que lo que pesan son los kilos, no los años. Es cierto en parte, lo que pesa es lo que llevamos dentro. Los kilos emocionales, los sentimientos sin digerir, el picoteo sin control de los impulsos, a veces las mentiras. Todo eso nos hace pesados. A algunos eso es lo que les hace comer. A otros les dará por irse de compras, leer trescientas webs, tener lo último en material o entrenar y entrenar como si estuvieran en un non-stop perpetuo.
La película gira en torno a cuatro personajes, gordos, sus circunstancias y su terapeuta. Van a terapia para adelgazar, no con métodos de sudor y dietas, sino descubriendo cuáles son las causas que les llevan al sobrepeso. Y es que a veces una cosa tan necesaria como el comer nos causa culpa.
Yo como más cuando estoy en casa estudiando, o en una guardia, que cuando tengo una tirada larga de entreno y vuelvo a media tarde, o cuando me voy con la triviajera a descubrir mundo. ¿Y por qué? ¿Qué esconde esa pequeña molécula de glucosa para que sustituya otras grandes sensaciones?

En la película los personajes descubrirán lo que llevan dentro y su vida cambiará para siempre. A veces nos harán reir, otras los sensibles limpiarán los ojos. Y también nos harán pensar, en qué haríamos nosotros en su lugar.
El envase es importante. No pagamos por el agua del anuncio sino por la botella y todas las sensaciones que vienen con ella. Igual que unos pantalones, un coche o una bici son nuestro envase. El envase ayuda, y cuanto más bonito mejor, pero se trata de ser incoloros y no engañar, frescos y quitar la sed, y sobre todo naturales, sin los aditivos que nos hacen pesados, y a veces infelices.